When communities rely on local resources to provide income, conservation efforts can sometimes be compromised. Alternate pathways can support other means of income development.
Guatemala’s varied ecosystems support hundreds of varieties of orchids which has made the country vulnerable to a global market eager for rare orchid specimens. By the 1990s the national orchid of Guatemala, Lycaste virginalis f. alba, was nearing extinction. International orchid collectors had removed so many plants that entire populations were put in danger. The white form of Lycaste virginalis only survived in private collections.
Botanist Fredy Archila of Archilarum, a multi-generational family research collective in Alta Verapaz, Guatemala, challenged himself to reintroduce Lycaste virginalis f. alba to the wild. Identifying the specific fungi needed for successful orchid propagation, he grew seedlings in a laboratory and then transplanted them outdoors onto oak tree roots.
Archilarum now houses an orchid gene bank and about 35,000 plants. In the future, it hopes to work with local communities to establish sustainable propagation and care processes for commercially grown orchids. By working together to develop alternate sources of economic gain, local communities can help safeguard native orchid populations.
Cuando las comunidades dependen de los recursos locales para sus ingresos, los esfuerzos de conservación a veces pueden verse comprometidos. Existen caminos alternativos que pueden dar lugar a otros medios de desarrollo de ingresos.
Los variados ecosistemas de Guatemala alojan cientos de variedades de orquídeas, lo que ha hecho que el país sea vulnerable a un mercado global ávido de ejemplares de orquídeas raras. En la década de 1990, la orquídea nacional de Guatemala, Lycaste virginalis f. alba, estaba a punto de extinguirse. Los coleccionistas internacionales de orquídeas se habían llevado tantas plantas que poblaciones enteras estaban en peligro. La forma blanca de la Lycaste virginalis solo sobrevivió en colecciones privadas.
El botánico Fredy Archila de Archilarum, un proyecto colectivo de investigación familiar multigeneracional en Alta Verapaz, Guatemala, se planteó el desafío de volver a introducir la Lycaste virginalis f. alba en la naturaleza. Identificó los hongos específicos necesarios para una propagación exitosa de la orquídea para luego cultivar plántulas en un laboratorio y trasplantarlas al aire libre sobre las ramas de los árboles.
Archilarum alberga ahora un banco de genes de orquídeas y unas 35,000 plantas. En el futuro, espera trabajar con las comunidades locales para establecer procesos sostenibles de propagación y cuidado para cultivo comercial de las orquídeas. Al trabajar juntos para desarrollar medios alternativos de ganancia económica, las comunidades locales pueden ayudar a proteger las poblaciones de orquídeas nativas.